palat de rey: el palacio de los quiñones, condes de luna, y su en torno urbano

Portada de palat de rey: el palacio de los quiñones, condes de luna, y su en torno urbano

Sobre un riguroso a la par que novedoso análisis de las fuentes documentales, heráldicas y arqueológicas, se recompone el entorno palatino del barrio leonés de «Palat de Rey», situando por primera vez el emplazamiento exacto del primitivo palacio de los reyes de León y su evolución hasta llegar al presente bajo el sobrenombre de Palacio de los Condes de Luna. Se incorpora un minucioso estudio histórico del mismo y su entorno urbano.

  • Peso: 464 gr
  • Grueso: 1 cm
  • Ancho: 17 cm
  • Alto: 24 cm
  • Fecha de lanzamiento: 01/06/2008
  • Plaza de edición: ES
  • Año de edición: 2008
  • ISBN: 9788497734042
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Idioma: CASTELLANO
  • Editorial: PUBLICACIONES UNIVERSIDAD DE LEON
  • Nº de páginas: 183

Este libro ha sido escrito y pretenece a Margarita Torres Sevilla

En uno de sus breves pero densos artículos, donde su siempre certera pluma se afilaba hasta el punto de transformarse con harta frecuencia en daga hiriente, Miguel de Unamuno realizaba una ácida declaración en contra de lo que él denominaba como «la plaga del literatismo», centrando sus críticas en las reuniones de literatos, bien fuese mediante libre y/o espontánea asociación, bien mediante la celebración de encuentros periódicos de corte académico y científico: Yo aborrezco, más que al vulgo profano, a los conventículos y cotarrillos de literatos en que se discute, invariablemente, si este vate vale menos que el otro y si tal frase debió decirse de esta o de la otra manera, y odio más aún que la poesía corriente y ordinaria la literatura profesional. Me apresuraré a justificar el haber traído hasta aquí tales palabras porque, francamente, temo que no sea una cita demasiado apropiada para figurar en estas actas. Si lo he hecho es porque, aun desde mi humildad, estoy en franco desacuerdo con don Miguel, pues el trabajo que presentaré en estas líneas precisamente tuvo su fermento inicial en dos de esos «conventículos y cotarrillos» que tanto le disgustaban. Otro tema distinto sería analizar si ese impulso inicial al que me refiero se fraguó en los momentos puramente académicos o si fue en otros de contenido y envoltorio mucho más prosaico, que ahí también habría mucho que debatir sobre cuáles son los momentos más propicios para el intercambio de conocimientos en una reunión o congreso científico. Pero, en cualquier caso, reconozcamos que por activa o por pasiva, incluso muchas veces por perifrástica, no todo es tan vano, futil y peregrino en los congresos académicos, al menos no tanto como lo veían Unamuno y sus acólitos, de ayer y de hoy, y probablemente de siempre.

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