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Una antología poética de Robert Louis Stevenson. Selección y traducción de Javier Marías Introducción del poeta Luis Antonio de Villena Luis Antonio de Villena advierte que el nombre de Robert …

Una antología poetica de Robert Louis Stevenson.

Selección y traducción de Javier Marías

Introducción del poeta Luis Antonio de Villena

Luis Antonio de Villena advierte que el nombre de Robert Louis Stevenson se suele asociar a cuatro cosas: la prosa, las aventuras, la enfermedad y la lucha contra esta, así como el exotismo. Muchos añadirían tambien la adolescencia como demuestra, dice Villena, tanto la propia obra de Stevenson como el recuerdo biográfico de muchos de sus lectores. No obstante, los sesenta y seis poemas que conforman este volumen revelan otra faceta desconocida y fascinante del autor de La isla del tesoro, la del poeta.

Javier Marías ha llevado a cabo una minuciosa selección de los poemas más valiosos y destacados de Stevenson y presenta una magnífica traducción. La introducción de Luis Antonio de Villena acompaña la lectura de los poemas.

  • Peso: 501 gr
  • Grueso: 1.7 cm
  • Ancho: 14.5 cm
  • Alto: 22.5 cm
  • Fecha de lanzamiento: 03/05/2013
  • Plaza de edición: ES
  • Año de edición: 2013
  • ISBN: 9788493688745
  • Encuadernación: Tapa dura
  • Idioma: CASTELLANO
  • Editorial: REINO DE REDONDA
  • Nº de páginas: 248

Este libro ha sido escrito y pretenece a Robert Louis Stevenson

Robert Louis Stevenson nació en Edimburgo en 1850, en una familia de ingenieros dedicados a la construcción de faros. Estudió ingeniería y derecho, pero no pensó que dedicarse a la literatura fuese traicionar su linaje, y nunca juzgó inferior su vocación a la de sus antepasados. Su breve vida fue la de un hombre de acción y no sólo de letras. Baste recordar su viaje como emigrante a los Estados Unidos en 1880 en pos de su amada Fanny Osbourne (El emigrante aficionado y A través de las llanuras). Más adelante, se vio forzado a recorrer buena parte del mundo en busca de climas cálidos, alejándose cada vez más de la Escocia que tanto amaba, huyendo de la tuberculosis que lo tenía sentenciado, y que, como es fama, no fue finalmente la forma que adoptó la muerte para llevárselo en su casa de Vailima, en Samoa, en el Pacífico, en diciembre de 1894. La posteridad ha tendido a reducir su obra admirable al recordar sobre todo sus libros para niños –como si La isla del tesoro (1883), Secuestrado (1886) o La flecha negra (1888) no fuesen también muchísimo más–; y, en parte gracias al cine, sus relatos «de horror» como El extraño caso del doctor Jeckyll y Mr Hyde (1886) o «El ladrón de cadáveres» (1881); por último, su aventurero exilio en el Pacífico. Sin embargo, Stevenson cultivó con idéntica brillantez casi todos los géneros, ya fuese el ensayo, la novela –incluida la policial–, el cuento, la crítica, el teatro, incluso el sermón y la plegaria. Consumado maestro de la prosa inglesa, fue además un estimable poeta, aunque es cierto que su poesía no es lo más señero de su obra. O acaso el tiempo no le alcanzó para dejar en este campo una obra de la talla indiscutible de sus cuentos, ensayos o novelas más celebrados, de la misma forma que no le permitió acabar dos novelas tan admirables como Saint Ives ni la que podría haber sido su obra maestra, Weir of Hermiston.

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